“Tremendo hijo campeón que ha parido usted, señora”, le dijo un compatriota a doña Betty López, madre de Jesús Paucarcaja López, en el momento exacto en que se coronaba campeón mundial de Karate Combat, la primera liga profesional de karate de contacto, que combina las técnicas tradicionales de la disciplina con la posibilidad de derribar al oponente con impactos. Se trata de combates intensos de tres minutos de duración, a donde llegan los más selectos karatecas.
En el 2018, Jesús recibió la llamada que le cambiaría la vida y lo llevaría a ostentar hoy un título mundial en una disciplina que recrea kumites clásicos con el espectáculo propio del mundo moderno. Y es que el contacto había sido tanto un beneficio como una traba para Jesús en su trayectoria. Practicaba el karate casi como un estilo de vida, desde los cinco años, cuando su papá, don Augusto Paucarcaja, karateca de cinturón negro como él, le enseñaba a defenderse.
Precisamente en la adolescencia, la garra que caracteriza a Jesús, junto con las nociones que había adquirido sobre las artes marciales de la mano de su padre, le permitieron sobrevivir en el colegio nacional Rosa Flores de Oliva, en Chiclayo, donde el día a día le obligaba a pelear. “Llegaba a casa cortado, con la camisa llena de sangre que no era la mía”, recuerda, y aunque no fuera él quien buscaba las riñas, siempre las ganaba. No por nada su apodo es La Bestia.
Pero no fue hasta que cumplió 16 años que empezó a entrenar para volverse el campeón que es hoy. En una estancia en Lima a esa edad descubrieron su potencial y participó en su primera competencia, en la que alcanzó la primera de una larga lista de victorias acumuladas en sus 35 años. De retorno a Chiclayo, y con su sensei Ramón Bonilla, encontró el impulso que requería su carrera de karateca.
Cuenta que, por aquella época, había sido clasificado para la Federación Peruana de Karate, pero fue retirado por la fuerza que imprimía a sus impactos. Quién diría en ese momento que el contacto lo llevaría luego a la gloria. Tiempo después ingresa a la selección nacional y se corona 13 veces campeón y tres veces medalla de plata en campeonatos panamericanos.
La experiencia que había acumulado por años, tanto en dojos como en la vida, lo llevó a aceptar la propuesta de Karate Combat, y el 17 de diciembre del año pasado, a competir en Orlando, EE.UU., contra el irlandés Eoghan Chelmiah y obtener la victoria, no solo para él, sino para el Perú.
“Estudié mucho a mi contrincante, entrenaba tres veces al día, incluso el mismo día de la pelea”, comenta Jesús, mientras su mamá exhibe el orgullo que sintió al verlo alzar el cinturón de oro en la primera vez que lo veía pelear. “Yo sufro mucho con las peleas”, cuenta. Pero ese día, como parte del público, a la mamá de Jesús se le inflaba el pecho.
“¿De dónde son?”, le preguntó alguien, a lo que ella respondió: “De Perú”. “Entonces su hijo es un guerrero inca”, le dijo aquel desconocido en ese día inolvidable. Al momento de declararse la victoria un compatriota anónimo les alcanzó una bandera peruana, que orgullosos, mamá e hijo abrazaron para sellar ese momento en el que Jesús se impuso como un verdadero inca.