El voleibol femenino nos sabe aún a gloria y hasta perdemos la noción del tiempo que ha pasado desde la década del 80, en la que un grupo de jugadoras excepcionales nos hacía soñar con triunfos que nos llenaban de orgullo. ¿Qué sucedió hasta llegar a la situación actual y hacia dónde vamos en el vóley peruano? Conversamos con Gino Vegas, presidente de la Federación Peruana de Voleibol (FPV), sobre las dificultades que ha tenido que afrontar durante su gestión, el balance hasta la fecha y la esperanza que aún se mantiene de recuperar lo perdido.
Escribe: Gabriela Sandoval
Fotos: César Felipe
El 2023 ha sido un año de muchas críticas para el vóley femenino peruano. Algunos hablan incluso del ocaso, y resulta inevitable compararlo con una época en la que el Perú tenía un posicionamiento a nivel mundial y en los partidos se podía dar la batalla con las principales potencias. En el 2023, en el Preolímpico de Vóley de Tokio, Japón, y antes de ello, en el Campeonato Sudamericano disputado en Brasil, quedamos últimas, lo que pinta un panorama para nada alentador. En estos 40 años el vóley ha evolucionado muchísimo y como país no hemos podido seguir el ritmo. ¿Nos damos por vencidos?
Gino Vegas lleva casi 50 años de su vida dedicada al vóley, primero como jugador y luego como dirigente. Sin embargo, la prueba más dura que ha tenido que vivir empezó desde que asumió la Federación Peruana de Voleibol (FPV) en el 2021, por un periodo de cuatro años. Confiesa que le hubiera gustado hacer mucho más por el deporte que le apasiona, pero el serio desbalance financiero con el que ha tenido que lidiar impide proyecciones muy auspiciosas. Consciente de la situación, y sin una esfera de cristal para saber lo que puede suceder, considera que hay que soportar hasta donde se pueda, así le toque “cerrar la tienda y reconstruir”.
Ha sido un año complicado. Algunos comentaristas mencionan que estamos en el peor momento del vóley. ¿Cuál es la verdadera situación del vóley peruano actualmente?
Cuando yo asumo como presidente de la federación, el esquema que teníamos pintado de cómo se encontraba la federación, que no era bueno, fue muy reducido respecto a la realidad. Supuestamente recibía la federación con una deuda de tres millones de soles, pero con el tiempo se comprobó que eran cinco millones. Se dieron dos hechos de los que nadie estaba informado oficialmente: uno era un juicio de 1989 iniciado por un arquitecto que había construido el techo del coliseo Dibós, cuando Perú organizó un mundial juvenil. Se firmó un convenio tripartito entre el arquitecto, la FPV y el IPD, que proveía los fondos.
Concluyen las obras y al arquitecto se le termina debiendo una cantidad por la demora en la entrega del dinero. El IPD debía asumir el monto del retraso, pero no le pagaron. En 1991 el arquitecto interpone una acción judicial que llega hasta la Corte Suprema, que declara la nulidad de todo lo actuado. En el 2016 retoma y gana en primera instancia, en el 2017 gana en la Corte Superior y en el 2018, en la Corte Suprema. Con esto, el proceso queda concluido a favor del señor, que decía que la deuda a 1999 era de S/ 750,000 y pedía actualizar al 2021 en más o menos S/ 7 millones y medio.
A los pocos meses que yo entro sufro un embargo de S/ 800,000 de las cuentas de la federación en la banca privada. Intenté conversar con el IPD y me dijeron que era un problema netamente de la federación, que ellos no podían hacer nada y a ellos tampoco les podían hacer algo. Personalmente no era la respuesta que yo esperaba. El juicio estaba oleado y sacramentado, así que ya no había derecho al pataleo. El procurador del Minedu, al que está adscrito el IPD, trató de defender los intereses del IDP, más no a la federación, y los pormenores no los conozco.
Lo cierto es que les embargaron el dinero…
El Poder Judicial no ha decretado aún que son los S/ 7 millones y medio. Hasta ahora ha señalado S/ 750,000 que tenemos que pagar en forma conjunta la FPV y el IPD –que no puede decir no tengo vela en este entierro–, pero el hecho es que me embargaron en una cuenta S/ 750,000 y en otra S/ 50,000. Ya de cajón, cuando empiezas en el cargo y te enteras que de la noche de la mañana te quitaron esa cantidad, es complicado. A eso se suma que, a los dos meses, la Federación Internacional de Voleibol (FIVB) nos notifica que en un plazo de un mes le teníamos que pagar a un exentrenador de la selección una cantidad que bordea casi los US$ 200,000.
¿Qué había pasado?
La gestión anterior había contratado al entrenador brasilero Luizomar de Moura por cuatro años. Trabajaron el primer año y, aparentemente por temas de economía, le cortan el contrato, pero como fue de forma injustificada, pidió que le paguen completo y seguir trabajando. Como le dijeron que no, se fue a la FIVB. Se corroboró un perjuicio en el segundo año; por lo tanto, la federación tenía que pagarle, pero me daban un mes, y yo ya tenía las cuentas embargadas. Si no cumplía con el mandato de la FIVB, lo que iba a pasar era que al Perú lo suspendieran de toda competencia internacional hasta que se regularice la deuda.
Una federación en rojo, un juicio y una decisión administrativa deportiva. A ello súmale que todavía la pandemia no estaba superada y el Gobierno había recortado el monto del presupuesto de todas las federaciones. Recibíamos S/ 4’200,000 al año y pasamos a recibir S/ 1’800,000; es decir, 60 % menos. Ese era el cuadro con el que tenía que trabajar.
Un vóley diferente
Vegas admite que el tema económico no se solucionará en cuatro ni en ocho años, sino en el largo plazo. Ello, según señala, motivó que los proyectos que tenía planificados –como crear escuelas de capacitación a nivel regional– fueran postergados hasta solucionar lo más urgente, dado que el otro camino era declarar en quiebra a la FPV, lo que se le hacía muy difícil como exvoleibolista. “No me cabía en la cabeza que yo tuviera que ser el que entierre a la federación. Con mi directorio dijimos: vamos a lucharla hasta donde podamos”, enfatiza al recordar que la FPV debe atender a todas las categorías de vóley piso femenino, vóley piso masculino y vóley playa femenino y masculino.
¿Cómo han sido estos tres años con las dificultades que me comenta?
Fue un primer año de ponerte a nadar para diagnosticar el perfil exacto de la federación. El segundo año ha sido de negociar para que la federación no se hunda. Este tercer año, una vez superado parcialmente el problema, deportivamente hemos empezado a tener un poco más de presencia y participación. Lógicamente hay una cosa que acá la gente no quiere entender: hoy Perú –y hace más de 20 años– ya no es la potencia que era en vóley femenino. Si antes estabas entre los cinco primeros del mundo, hoy estás entre los 30 del mundo.
¿Qué le pasó al vóley peruano?
El Perú tuvo el privilegio de contar con una generación especial de jugadoras, cada una de ellas tenía un don especial para el vóley. Era un equipo que tenía al año un ritmo de 200 a 300 partidos internacionales. No existían este tipo de problemas económicos. Tenían el apoyo de la Marina de Guerra, de un grupo de empresas grandes que apostaban por ese equipo y, sobre todo, al grupo humano. Los que estábamos metidos en el vóley sabíamos que cuando esa generación dejara de jugar, la que venía no iba a poder mantener el mismo nivel. Perú estaría entre el 8vo al 12vo puesto, pero fue mucho más (el descenso), los resultados lo demuestran.
¿Por qué ocurrió?
Tocan generaciones de dos o tres jugadoras excepcionales y después te puede venir una sequía de cuatro a seis años hasta que te vuelve salir otra generación. Recuerda que el Perú en el 2000 fue suspendido internacionalmente por dos años. Eso te golpea. Perú había dejado de ser el líder de Sudamérica; era el segundo, pero cuando lo sacan, quien toma ese lugar es Argentina. Cuando Perú se vuelve a presentar, ya era el tercero en Sudamérica. Con los años Colombia, no solo a nivel de vóley, sino a nivel deportivo mundial, también crece. Chile es otro caso.
Todos los países trabajan y es muy diferente hacerlo en unas condiciones normales que en unas disminuidas. Otra razón del cambio es que el vóley es uno de los deportes que más ha evolucionado a lo largo de los años. Cuando yo jugaba no existían las antenas, la pelota era otra, la red era diferente. Eso trajo la evolución de la capacidad física y atlética deportiva del voleibolista. Hoy para jugar vóley tienes que ser alto, seas hombre o mujer. Perú es el país en promedio con la raza más baja a nivel de Sudamérica, ahí ya hay una desventaja. Tú puedes encontrar a una chica de 1.85 o 1.88 que para acá es enorme, pero a nivel mundial será media o promedio, porque las grandes miden 1.95, 2.00 o 2.05. En hombres, la talla es mayor.
Principal logro: hemos vuelto
El presidente de la FPV cuenta todas las peripecias que tuvieron que pasar para llegar al Preolímpico de Voleibol de Tokio, con costos muy elevados que no le permitieron a la selección femenina de mayores viajar con los suficientes días de anticipación y una serie de hechos -que parecen de película- que afectaron también la motivación del equipo. Sin embargo, destaca que lo importante fue volver a una competencia de ese nivel y jugar contra países que están en el top 10. “Deportivamente, este año fue de crecimiento. Te queda la sensación de que Perú está acortando la brecha”, señala. Aunque con cautela, Vegas desliza una luz de esperanza.
Finalmente, ¿cuál es su balance?
En los Panamericanos Juveniles tuvimos medalla de plata, lo cual ha sido muy bueno. Después tuvimos medallas en los Juegos Sudamericanos, en los Juegos Bolivarianos, con una categoría inferior a la que se permitía (Sub-19). Yo sí creo que el balance es positivo. En masculino, igual, hemos hecho que los muchachos participen en todos los eventos que podían participar y en los últimos dos años en la historia del voleibol masculino se han ganado tres medallas –lo que nunca había pasado–, dos medallas de bronce y una de plata. En vóley playa las chicas tuvieron una medalla de plata en uno de los juegos en San Marta, y en los Panamericanos han quedado sextas, habiendo sido las que ocuparon la última plaza. Es bastante bueno. Si nosotros podemos apoyarlos más a que estén de gira, a que tengan más partidos, eso ayudaría, pero el factor económico es un tema.
Aunque estamos lejos de estar en el mejor momento del vóley peruano, la consigna es seguir adelante para resurgir, con la claridad de que se trata de un proceso que puede tardar lo que se demore en formar una selección desde las canteras (hasta 12 años si se empieza con jóvenes de 13 años a las que se les otorgue todas las condiciones).
Con la selección femenina se proyecta clasificar de manera directa a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en el 2028 y repetir el plato en el 2032, a la par que se busca desterrar estereotipos respecto al vóley masculino y al vóley playa (no se requiere mar), a fin de masificarlos. ¿Lo lograremos? Esperamos todos que sí.