Después de siete años de inesperados triunfos y alegrías, llegan los días oscuros para la selección peruana de fútbol.
A la no clasificación al Mundial de Qatar 2022 se le suma la partida de Ricardo Gareca, el entrenador más exitoso en la historia del fútbol peruano. Quedémonos con el recuerdo de esos, los días felices.
Hubiésemos querido que fuese diferente. Ganarle a Australia, clasificar a otro Mundial, quedarnos con Gareca. Prolongar los días felices, al menos mientras jugase la Blanquirroja. Porque, hay que decirlo, la selección peruana de fútbol sostenía el ánimo de este país, convirtiéndose casi en el único vínculo que nos conectaba en medio de tanta incertidumbre y fragmentación.
No pudo ser. Nos quedamos sin Mundial y sin Gareca. Y, ahora sí, la realidad nos explota en la cara. Quizá por eso tanta desazón. Nos pincharon el globo de la ilusión y ahora lo vemos todo. Ya no hay distracciones. Sin el árbol de la selección delante, vemos el bosque entero. El escenario, por hablar solo del futbolístico, es penoso.
Clubes que a nivel internacional no compiten; campos de juego en condiciones lamentables; torneos de menores organizados al caballazo; futbolistas sin la formación suficiente para jugar en grandes ligas del mundo; puntos obtenidos y perdidos en escritorios; una informal Copa Perú que sigue ofreciendo ascensos directos a primera división; falta de liderazgos, ausencia de políticas de largo plazo. La mediocridad. Lo paradójico es que de todo eso habló Gareca en estos años. Y todo lo ocultó con sus triunfos.
Dicen que mientras mayor sea la altura más dura será la caída. Lo estamos sufriendo: nunca habíamos caído desde tan alto. Y es ahora, asumiendo que el cuento de hadas ha terminado, cuando entendemos la real dimensión de lo que logró este grupo de muchachos.
En estos siete años, Gareca, su comando técnico y sus jugadores -surgidos en su mayoría de esa liga local- obraron casi un milagro. Un Mundial después de 36 años, una final de Copa América después de 44 años, y tres semifinales de Copa América, hacen de este proceso el más exitoso en la historia de nuestro fútbol. Cómo olvidar el triunfo en Quito (¡Era hoy, Ramón!) camino a Rusia, los penales ante Uruguay en Brasil 2019 o el gol de Orejas Flores este año para ganar en Barranquilla. No estaremos en Qatar, pero la valla quedó muy alta.
No obstante, el Perú de Gareca (costará acostumbrarse a otro Perú) es más que goles y clasificaciones. Al éxito deportivo le sumó el triunfo del estilo.
Perú debe jugar bien. Y para mi jugar bien es darle buen destino al balón
Ricardo Gareca
Decía el entrenador argentino al asumir la selección en 2015. Su equipo cumplió. Asociación, pase y toque. Disfrutamos ganando, pero también reconociéndonos en esa forma de jugar, vistosa y alegre: la nuestra.
Además, la Selección unió al país. Volvimos a vestir con orgullo la camiseta por las calles, nos ilusionamos, soñamos. Aprendimos que con poco también se puede. Una generación de chicos y chicas ha crecido viendo ganar a Perú, vaya rareza. A esa camada de creyentes se le suman los convertidos. Mi generación, por ejemplo. Quienes por años fuimos escépticos aprendimos a creer. Quienes solo sabíamos de derrotas descubrimos la sensación de ganar. Inolvidable e impagable.
Qué bonito hubiese sido otro fin de cuento. Un penal acertado que agrande la leyenda mundialista. Una negociación respetuosa para con el entrenador que tan felices nos hizo. No será. No habrá Mundial, ni Gareca. Se termina un ciclo irrepetible, pero queda un legado que trasciende el fútbol y ojalá sepamos aprovechar: identidad, mentalidad ganadora, oportunidad de nación.
Con la partida de Gareca, el fútbol peruano pierde un elemento valioso, pero quizá sea mejor así. Quién sabe y, lejos de quedarse entre nosotros como el caudillo que revolucionaría nuestro fútbol, la misión de Ricardo Alberto Gareca Nardi haya sido más celestial: enseñarnos a tocar el cielo con las manos, y dejarnos con la tarea de volver a ganarnos ese derecho.
Toca mirar la realidad. Mostrar y corregir. Y construir por fin un fútbol profesional organizado y competitivo, la única receta para que las clasificaciones mundialistas lleguen como consecuencia natural y no como milagros aislados.
Mejor que sea este el final. Habiendo sacado lo mejor de una generación, el riesgo para Gareca era haber tocado techo y empezar la curva descendente. “O mueres como un héroe o vives lo suficiente como para convertirte en un villano”, le decía Harvey Dent a Batman en la notable El Caballero de la Noche. Nada hubiese sido más cruel para nuestro héroe futbolero que perder prestigio y, además, el cariño de todo un país.
Dicen que amar también es dar un beso y dejar ir. Llegó el momento. Adiós, Tigre. Gracias por todo.
Ricardo Gareca asumió oficialmente como entrenador de la selección peruana de futbol el 2 de marzo de 2015.
Al mando de la selección dirigió 96 partidos, con 39 triunfos, 23 empates y 34 derrotas, con 120 goles a favor y 108 en contra.
En 57 años de eliminatorias Perú había
conseguido apenas 7 triunfos en 63 partidos jugados como visitante (el último, un 3-1 en Uruguay en 2004).
Con Gareca, Perú ganó 5 veces fuera de Lima: